jueves, mayo 18, 2006

Labios enemigos III

Como iba diciendo, me inicié en el incierto arte de sentir en el mismo instante en el que percibí los encantos de aquel amor prematuro. A este le siguió un período de inefable felicidad, que finalmente concluyó con la negativa por parte del chico en cuestión. Esa fue la primera ocasión en la que me involucre en el “ritual del decir”. Poco antes, para mí no era más que una experiencia repetida en boca de otros, carecía de una historia propia.
Hasta entonces mi imaginación se prestaba para recrear en mi mente las fábulas más pintorescas acerca de aquellos hombres y mujeres que desafiaban al mundo con tal de defender sus sentimientos. A falta de uno propio, me alimentaba del reflejo de esos amores de telenovela. En esos relatos los futuros amantes se conocen y se enamoran a primera vista, pero surge una multiplicidad de problemas que les impiden estar juntos. Después de varias rupturas y reconciliaciones consiguen salvaguardar su amor y terminan uniéndose hasta la eternidad. Palabras más, palabras menos...
Luego, llegó mi turno. Entonces descubrí que leer u observar no es lo mismo que vivir ese tipo de experiencias. Había en juego muchas más cosas de las que me esperaba y los conflictos que se me iban presentando superaban cualquiera de esas series de historias trilladas. Hubo alguien que siguió cada uno de mis pasos, atento hasta del más leve de mis suspiros, aguardando el momento para darle alcance a sus instintos y apartarme de su lado en cuanto los hubo cumplido. Hubo alguien que le dijo “Sí.” a mis sentimientos y a los cinco minutos se corrigió con un “No.” Me rechazó, me ahogué con mi propio llanto y a pesar de todos mis intentos, el recuerdo de aquel paraíso perdido acabó por liquidarme. Yo creía que nada podría resucitarme, esos fueron mis momentos más críticos.
Por algún tiempo, mis emociones se encontraron reticentes a corresponderse con sus pares, pues cuando necesitas meditar y reflexionar acerca de las épocas pasadas, la soledad parece ser la compañera más adecuada. Pero sucede que las oportunidades siempre están a la orden del día. Ocurre cuando menos dispuesta te encuentras, cuando has decidido guardar luto eterno por ese amor difunto. Precisamente cuando piensas que tu vida sentimental está muerta y sepultada para el resto del mundo, tus pupilas vuelven a reflejarse en otro par de ojos.
¿Me negarán que alguna vez les haya ocurrido? Puede ser que estén en lo cierto, pero cuando has vivido tan poco y a la vez de forma tan intensa, aprendes que los sentimientos no son bloques definidos. Tu sentir es un fluido, un elixir contenido en tu interior a punto de ebullición.
Y aún así…a cada instante debo mantener en mi cabeza la vigencia de aquellas secuelas para evitar que el resurgir de ese sentimiento consuma los retazos de mi presente. Tengo miedo, no quiero ser protagonista de otra historia fallida. La persona actual, la novedad no me puede conquistar. No voy a negar que con él me siento a gusto, que su compañía me tienta y que quisiera revelarle de una vez mis misterios más profundos. Pero no puedo confiar en sus palabras, ni en sus besos, ni en sus caricias. Sé que sus promesas van a levantar vuelo y, si no me resisto a sus encantos, volveré a inundar mis oídos con una antigua frase de despedida.
Conozco los riesgos que recaen en mis futuras decisiones, ahora sé cuales son mis opciones. Desde afuera me anuncian que estamos a mitad de la partida, las piezas prestas a realizar el próximo movimiento. Y yo tengo que precisar mi estrategia cuanto antes.
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