domingo, junio 11, 2006

Lecciones de jardineria

Las pequeñas criaturas se hallaban dentro del cuerpo de la madre. La mujer yacía sobre su lecho y era ella a la vez cálido lecho que acogía a los aún no nacidos.
Un hombre copaba su vista con aquella escena, cual agónica figura sujeta a las sombras de la noche. Las bases del plan ya se habían presentado. El bien mayor, el objetivo ultimo, dependía de que él ejecutase el siguiente movimiento. Lo que iba a acontecerle a esa mujer no sería su culpa, sólo una instancia poco agradable en el camino hacia la victoria absoluta. El fin que con tanto ahínco perseguía le exigía que separase a esos pequeños del bálsamo del que mamaban vida y que canjease aquel don por otro de equiparable valor. Era desafiar un mandamiento divino. Pero iba a hacerlo, no tenia dudas.
Su dedo índice recorrió con precisión el filo de su navaja. Una lágrima rojiza, culposa, brotó de una de sus falanges: el instrumento estaba en condiciones de servirle en su cometido.
Las rodillas se le doblaron ante el descanso de la dama durmiente. La mano libre le palpo la superficie de la piel y la otra, con la que sostenía el arma -en un vuelo serpenteante que con marcada obsesión volvía una y otra vez sobre el cuerpo- penetró en las profundidades abismales del vientre de la mujer. Uno a uno sustrajo a los niños, ahora pasivos, emoción inerte, llanto apagado.
Estaba hecho: había profanado el útero de la madre-tierra.

No hay comentarios.:

Cbox

Mensajitos, saludos y otros, aquí:

Visitantes

en linea

y se encuentran en

Recomienda mi blog

Créditos

Créditos

Page Rank