sábado, mayo 26, 2007

Bocetos II

Los últimos rayos de sol abandonaban los lindes de la mansión cuando una delicada figura se asomó a la entrada principal. La silueta femenina tambaleaba en su andar. A medida que acortaba la distancia que la separaba de la puerta, sus pasos se ahogaban uno tras otro: apenas había rosado el pórtico cuando un leve tropiezo la enfrentó contra las losas de piedra. Como alguien que despierta después de un largo letargo, su rostro volvió a la vida y esgrimió una amarga sonrisa. ¡Y cómo no hacerlo!, aún recordaba las palabras de aquella gitana…
“Bonita impresión darás a tu regreso” – pensó para sus adentros – “Con tu cabello enmarañado, tu corsé deshilachado y tu falda hecha jirones.”
Agatha no pudo evitar soltar una risita ante aquellos desvaríos suyos. Después de todo, ese era su hogar, su único y verdadero hogar. La extensa travesía que había realizado durante los últimos años la había privado de un techo fijo. Yendo y viniendo de un lugar a otro, saltando continentes y sorteando estaciones al unísono. Tanto movimiento, tantos viajes, tantos cambios de nada le habían valido para componer su destino. A fin de cuentas, nuevamente estaba allí, en la línea de partida, donde todo había comenzado.

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